El encuentro con el Padre Bordes

Los padres de la Compañía de Jesús habían fundado en 1572 un colegio en Burdeos. En ese mismo colegio se hallaba el P. Jerónimo (en el mundo, Rogelio) de Lestonnac, hermano de santa Juana. Fue él quien le indicó a su hermana que se dirigiera al P. Ménage y al P. de Marguestaud, y les expusiera el proyecto que premeditaba. Estos no desaprobaron la idea que deseaba ejecutar, ni tampoco se la apoyaron. Sencillamente la persuadieron de que continuase en el ejercicio de las virtudes cristianas. Juana de Lestonnac se ejercitó especialmente en obras de caridad, acudiendo a los hospitales y cárceles y distribuyendo limosnas entre pobres y necesitados. De tal manera lo hizo, que su ejemplo lo siguieron muchas damas y jóvenes de Burdeos, algunas de las cuales fueron después las primeras piedras del nuevo instituto religioso que fundó.

Antiguo Colegio de la Magdalena, en Burdeos. Hoy, Liceo Montaigne.
Fuente: Wikipedia

En ese momento, en el colegio de los jesuitas de Burdeos, sobresalían por su virtud y su ciencia dos santos religiosos: el P. Juan de Bordes y el P. Francisco Raymond.
El P. Juan de Bordes había nacido en Burdeos en 1559. Según sus primeros biógrafos, por sus grandes conocimientos era capaz de enseñar “medicina, botánica, cosmografía, matemáticas, música, pintura, letras divinas y humanas y artes y ciencias universales”.
El P. Raymond, al igual que el P. Bordes, estaba animado de celo y ardor contra el calvinismo. Después del edicto de Nantes, la herejía progresaba de día en día, haciendo grandes estragos en las provincias del sur de Francia, lo que tenía sumamente afligidos a los dos padres y se lamentaban, sobre todo, de que las niñas de familias nobles, careciendo de escuelas católicas, estuviesen expuestas a perder la fe por el contacto de maestras hugonotes.
Dios se dignó escuchar las fervientes oraciones de sus siervos y revelarles los designios de su misericordia. El 23 de septiembre del año 1605, fiesta de santa Tecla, primera discípula del apóstol san Pablo, estando el P. Bordes y el P. Raymond celebrando a la misma hora la misa, fueron iluminados y entendieron, por revelación divina, que sería un gran remedio para reparar los estragos que hacía la herejía, la fundación de una orden de religiosas, dedicadas a la educación cristiana de las niñas, puesta bajo la protección ele la Virgen María y que tomase por modelo la Compañía de Jesús.

Santa Tecla y san Pablo.
Fuente: https://aurigasc.com/es/

Esta revelación produjo una viva impresión en el alma de los dos y cada uno por sí deseaba contar al otro el favor extraordinario que había recibido del cielo. Cuando al fin los dos padres pudieron hablar, fue grande su sorpresa al ver que los dos habían sido favorecidos con el mismo favor del cielo. De común acuerdo resolvieron poner manos a la obra, para realizar la idea que el Señor les había inspirado.
Faltaba ante todo hallar una mujer de virtud y prudencia para la empresa que ideaban. Hicieron algunas tentativas que les salieron frustradas. Entonces, pidieron al P. Lestonnac que les preparase una entrevista con su hermana.
Cuando los padres contaron a santa Juana lo que pensaban, ella se alegró enormemente, pero no les dio el sí en un primer momento. Probablemente, pensaba que, aunque la empresa le fascinaba, no era ella el mejor instrumento para llevarlo a cabo.
Pero Dios, que era el que dirigía esta empresa, le hizo saber que era ella la persona indicada. Un día que el P. Juan de Bordes celebraba la misa, pidiendo al Señor que se dignase darle a conocer el instrumento de que había de valerse para la ejecución de la obra proyectada, se le apareció el apóstol san Pedro, acompañado de san Juan, y con la mano le señaló a Juana de Lestonnac, que oraba muy cerca del altar. Con esta señal quedó claro quien había escogido el Señor para fundadora del nuevo instituto religioso.
Por su parte la señora de Lestonnac entendió que tenía que aceptar la elección que de ella se había hecho. El P. Bordes al exhortó a que así lo hiciera y, puesto que el Señor la elegía, le daría fuerzas para tan grande carga.
Juan de Lestonnac recordó entonces que san Pedro había curado milagrosamente a Ignacio de Loyola en el castillo de Pamplona. Si este santo Apóstol estaba en el origen de los dos institutos, es uno mismo había de ser el espíritu de la Compañía de Jesús y el de la nueva Compañía de María.

Santa Juana de Lestonnac, protectora de Burdeos. Fuente: https://es.pinterest.com
Santa Juana de Lestonnac, protectora de Burdeos.
Fuente: https://es.pinterest.com

Así lo entendió el papa Paulo V, pues en una audiencia con el P. Claudio Aquaviva, general de la Compañía de Jesús, le dijo: “Padre general, acabo de daros hermanas. —¿Y cuáles son, santísimo Padre? repuso el P. Agua viva. —Unas fervorosas doncellas que se proponen prestar a la Iglesia, entre las personas de su sexo, los mismos servicios que los de la Compañía prestan a toda la cristiandad. —Nunca mereceríamos que se nos tomase por modelo, replicó el padre general, mas ya que nos quieren hacer este favor, les procuraremos dar buenos ejemplos”.

El padre Claudio Aquaviva, por Raúl Berzosa.  Fuente: https://www.facebook.com/raulberzosa
El padre Claudio Aquaviva, por Raúl Berzosa.
Fuente: https://www.facebook.com/raulberzosa

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