El día 22 de noviembre, a las tres de la tarde, después de seis horas de viaje desde Madrid, llegaron las monjas fundadoras y sus acompañantes a Talavera de la Reina. A la comitiva se le habían añadido los testamentarios y algunos familiares de las religiosas. En la estación de tren de Talavera les esperaban las autoridades civiles y militares y gran parte de la población.
Este recibimiento había sido preparado por el gobernador civil de Toledo, que había recibido un telegrama urgente del ministro de la Gobernación, don Eduardo Dato, encargándole dé las órdenes oportunas a las Autoridades y Guardia civil de Talavera, para que garanticen la seguridad personal de las quince religiosas que han ido a aquella población con objeto de fundar el nuevo convento de la Enseñanza”.
El gobernador comunicó “al Alcalde y Guardia civil órdenes oportunas para que les prestaran el auxilio necesario” y la comitiva fue recibida “por Autoridades y numeroso público que las acogió con entusiasmo reinando completa tranquilidad”.
Estas gestiones ante el ministro de la Gobernación se deben al historiador y senador don Leoncio Soler. No sabemos la relación de este diputado con las religiosas o con el obispo. Aunque es verdad que en la comunidad de Tudela había una hermana con este apellido y probablemente fueran parientes: Candelaria Soler. A éste fue al que envió las comunicaciones de su gestión “luego de haber despedido á V. E. por si cree conveniente que los archiven esas buenas Religiosas”. Y así lo hicieron estas, de tal manera que, a día de hoy, aún se conservan en el archivo de la casa esta correspondencia.
El motivo de todas estas precauciones quizá se debiera a que temían algún brote de anticlericalismo. No en vano, sólo hacía un año que los jesuitas habían sido expulsados violentamente de Talavera a causa del llamado motín del Pan.
Cuando llegaron las religiosas, el alcalde, don Jorge Rodrigo, las saludó y toda la comitiva fue conducida a la Colegial, donde se cantó un tedeum solemne y se voltearon las campanas del templo. Después hicieron una visita a la Ermita de la Virgen del Prado para rezarle una salve. Allí don Juan Soldevila tomó la palabra y agradeció en nombre de las religiosas el caluroso recibimiento. El pueblo, que conocía el trayecto que iban a recorrer, se había dispuesto perfectamente a lo largo de las calles por donde pasarían, saludándolas afectuosamente.
Una de las anécdotas que contaban la M. Felisa Sánchez-Corral es que su madre la cogió en brazos cuando la comitiva pasaba debajo de su ventana y ofreció a la niña, que aún no contaba un mes, a las religiosas.
El antiguo convento de los dominicos impresionó a las fundadoras por su grandiosidad belleza. Tal y como habían anunciado los albaceas, se encontraron los cajones preparados. En todo los testamentarios habían actuado siguiendo con fidelidad las indicaciones de doña Elena de la Quintana. Así, entregaron la custodia realizada con las joyas de la señora, según dispuso en su última voluntad.
Como colofón del día, las religiosas tuvieron una grata sorpresa. Entre las fundadoras procedentes de Tudela había una de ellas que era de Talavera: la M. Encarnación Delgado. Su madre, doña Trinidad García Baquero, tuvo la delicadeza de preparar las camas de las monjas, hacerles la cena y atender a otros detalles que las religiosas sinceramente le agradecieron. Doña Trinidad era hija política de la talaverana Joaquina Santander, que también había proyectado la posibilidad de hacer un colegio para niñas, aunque luego sus bienes se destinaron a un colegio para niños.
Una vez llegaron, el obispo Soldevila procedió a la bendición de la iglesia y del convento-colegio y, después de tres días en que estuvo abierta la clausura para que los talaveranos pudieran visitar el edificio por dentro, se cerró la puerta reglar.